Llegué a Francia con 35 años en una valija. No fue fácil entenderlo todo: trámites, formularios y un idioma que todavía no hablaba del todo.
En 2015 respondí a un marché public —esas palabras que me sonaban lejanas, burocráticas, imposibles. Y lo gané.
Fue mi primer contrato con la Communauté de Communes du Volvestre.
El momento en que sentí que mi trabajo, mis formas de decir con imágenes, tenían lugar aquí.
Desde entonces, sigo colaborando con ellos. Y cada nuevo proyecto es también una forma de seguir echando raíces.