La escuela que me formó

Hay textos que uno escribe para no olvidarse de quién es.
Hace unos años, me invitaron a una reunión de exalumnas del colegio Santísima Trinidad, el colegio que marcó mi infancia y adolescencia en Córdoba.
No pude estar presente, pero quise enviar estas palabras.
Hoy, al releerlas, siento que siguen diciendo algo verdadero sobre el paso del tiempo, la pertenencia, y la manera en que los vínculos tejidos en la infancia nos siguen sosteniendo, incluso desde lejos.

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“Hace sólo unos pocos días cumplí 40 años. Largos, pesados y a veces confusos. Soy, lo que se llama un adulto… y es Francia testigo de esa transformación. Por dentro y por fuera. Varios kilos de más, algunas muchas canas y la espalda que acusa recibo de tantas ausencias.
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En mi equipaje personal me traje olores de naranjos y flor, sol de veredas y amigas inseparables, fotos de guardapolvo cuadrillé verde y corbata colorada, relojes de tiempo libre y sueños.
Ser distinto entre otros muchos más distintos que yo… te hace repetir el ejercicio casi cotidiano de responder a un cuestionario. Además del nombre, la fecha y lugar de nacimiento, agrego: fui 13 años a la misma escuela… tuve asistencia perfecta.. cantaba en el coro… amaba el álgebra y no entendía la filosofía… Sé rezar el Ave María en francés!!!

Soy quien soy por esta comunión. Y en tierras lejanas, sigo transitando el camino trinitario, llevando como bandera los valores aprendidos y vividos en estos ladrillos nuestros.
Viaja mi corazón en nombre mío … yo
me quedo con las ganas de estar ahí con ustedes…
Ya nos estaremos encontrando !
pronto quizás… “